“Tuve que recordarme a mí misma que ya había vivido todo eso. Había conocido el dolor, y lo había sobrevivido. Sólo me quedaba darle voz, compartirlo para usarlo, para que el dolor no fuera malgastado”.

Audre Lorde, 29 agosto 1989, Diario del Cáncer.

No se me olvida que patinando, me empujaste en la bajada de Ciudad Universitaria. Fue imposible detenerme: me caí y me lastimé la cadera. Luego, llorando y con las rodillas sangrando y la cadera prácticamente rota. Toda rota. Vimos pasar un maratón en Insurgentes Sur. Mientras mis lagrimas caían, te veías orgulloso y me mirabas con desprecio. No lo vi como un episodio de violencia, porque en ese entonces tenía completamente normalizadas tus agresiones.

Ahora, 20 años después, sé que eso se llama grooming y que viví todas las formas de violencia de tu parte. Pienso que quizás no viva para que lo aceptes, para que te responsabilices.

Eres casi diez años más grande que yo. Misógino y alcohólico, siempre buscando tu propio bienestar. Yo era una adolescente cuando te conocí, tenía 16 años. Tú Vives con tus padres y odiabas a las mujeres. Te quedaste en el mismo lugar, tuviste más novias, mujeres más chicas que yo, algunas 20 años más chicas que tú. ¿Eso en qué te convierte? ¿En un potencial feminicida? ¿En un pedófilo? ¿En un agresor?

Yo me convertí en una mujer maravillosa. Soy psicóloga, una profesión que despreciabas, seguramente que despreciabas. Ahora Vivo sola y tengo una cabaña. Despierto y a veces no creo lo feliz que soy, lo libre y lo sabía. Tengo un consultorio y he acompañado a mujeres sobrevivientes de feminicidio porque puedo y porque me he vuelto experta en eso. Porque yo también soy una sobreviviente.

A veces se me olvida lo que viví y todo lo que he caminado para salir del laberinto. Pero luego despierto y escucho a otras que viven bajo las sombras. Tampoco diré que son completamente infelices pero nos conformamos con poco, con migajas. Nos han enseñado a amar a los hombres incondicionalmente.

Hoy cuando estaba patinando conocí a alguien. Un chico que se acercó y me preguntó algo. Me di cuenta de que ya había vivido todo esto. De repente, me acorde de ti, de mí, de todas las violencias. Recordé aquella noche en un hotel, cuando me hice la promesa de hacer algo de mi vida: Si sobrevivo, tengo que hacer que mi vida tenga un sentido. Mi vida no puede ser esto, amenazada de muerte por alguien que dijo amarme un día.

Ahora mucho tiempo después, he cumplido mi promesa. Soy una mujer libre y feliz. Honro a las mujeres que me preceden y que no pudieron.

Igual que Audre Lorde yo también había vivido todos los tipos de violencia y había sobrevivido. La violencia machista puede ser un cáncer.

No puedo negar que la indiferencia de todos a mi alrededor me hizo sentir confundida y loca. Además del imperativo de seguir mi vida sin importar todo lo que había vivido, yo me sentía rota. Me costó mucho trabajo, tiempo y distancia, pero ahora, fiel a mí misma, me he cumplido.

Nadia Guerra Gardida, amante de los gatos y del lugar en que nació: Xochimilco. Vive y escribe autoexiliada en una cabaña en el bosque en los altos de Chiapas. Estudió psicología en la UNAM y Feminismos en la UNICACH. Escribe por necesidad y desde la fuerza y el amor heredado de sus ancestras.